Extraído del Sefer HaKadmon, revelado a los Kenomitas durante la Tercera Edad de la Era Hílica en el Eón Epigenético
De esa hierática unión nacieron los Titanes: Tirano Ubbo-Sathla, Depravada Yog-Sothoth, Licenciosa Shub-Niggurath, Insaciable Abhoth, Cruel Yhoundeh, Codicioso Nyarlathotep, Salvaje Xexanoth, Barbárico Ghroth, Horrenda Cxaxukluth y Durmiente Azathoth. Su hambre sobrepasaba la de los Olamot, por lo que buscaron el saber hasta en los eriales más allá de Raqia y se dejaron seducir por los hostiles susurros de Shâchath. De ellos aprendieron los secretos del Orgón y la creación de Avatares: extensiones de sí mismos cuyo sufrimiento devoraron como ambrosía. Su sadismo y deleite contravenían los axiomas de Asiyah, pero su antinomismo fue fructífero gracias a terribles y libertinos actos de procreación. Y así finalizó la Segunda Edad.
Los Altonatos nacientes sufren los Susurros de Shâchath (Crédito: Kenomitian).
De los Titanes nacieron las Deidades: Monarca Cthugha, Sabio Hastur, Madre Byatis, Piadosa Ghatanothoa, Iluminado Tsathoggua, Dorado Atlach-Nacha, Padre Yig, Implacable Ithaqua, Inevitable Quachil Uttaus y Serena Bokrug. Como sus predecesores, se interesaron por los misterios de Shâchath, lo que llevó a los Olamot a repudiarlos y aislarse de todos menos Abraxas; y sus esfuerzos también culminaron en innovación. Ostentando el título de Devas, propusieron otorgar Almas y Verdadera Voluntad a los Pléromas, confiriendo sapiencia a todo Yesh. Los Titanes, ostentando el título de Asuras, apreciaron la propuesta, pero prefirieron subyugar al cosmos y usarlo como fuente inagotable de desolación. Sus desacuerdos desembocaron en la Mashchit: una devastadora guerra que acabó en armisticio gracias a la férrea diplomacia de los Olamot, pero dejó cicatrices en todo lo observable
Abriéndose paso a través de las cicatrices, y nutriéndose de la discordia imperante en la camada del Demiurgo, penetró el temible Campeón, quien atacó Yesh con toda su maligna ira y poder, tragedia que sería conocida a posteriori como Shevirat HaKelim, arrasando Shi’ur Qomah hasta dar con Abraxas, quien lo exilió y lo despedazó en diez Diablos: Hipnótica Zagania, Hueco Abadón, Despiadada Belial, Sombría Astaroth, Bilioso Belcebú, Gélido Mefistófeles, Ciega Ashmodai, Mortífera Azazel, Profundo Belfegor y Vil Moloch. Sin embargo, su destructivo avance tuvo éxito en romperlo todo: Akudim era ahora un chisporroteante y linear armatoste; Nekudim se cantaba con una solitaria y balbuceante voz; Berudim vapuleaba a todos sus hermanos por igual; Merkavah se destacaba por su fragilidad; Hekhal se hallaba inerte e insensible; Ein Sof era ahora tenue y viajaba lentamente por las tinieblas; Rachabh se definía mediante la ausencia de su luminosa hermana; y Gashmi contaba solo con ascuas como soles, tan adversos como auspiciosos para el Od.
Yesh estaba fragmentado en incontables esferas de Raqia flotando en el vacío radioactivo de Caligine, cada una conteniendo ascuas orbitadas por flamígeros planetas y otros vestigios de Hekhal; y dos nuevos Universos habían sido espontáneamente esculpidos durante la hecatombe: Tohu y Tikun. Los Titanes y las Deidades habían perdido la facultad de moldear el cosmos, y los Olamot habían sucumbido: sus cuerpos ascendiendo a Tikun junto a sus descendientes y los Diablos, mientras que sus Almas descendían a Tohu. Trágicamente, las leyes universales habían sido reescritas, y todo estaba destinado a acabar en el lejano futuro, dando paso a la Dumah: el Eterno Silencio.
Shâchath penetra en Yesh (Crédito: Kenomitian).
Desamparado ante la devastación, Abraxas decidió entonces separarse de Yesh, incapaz de coexistir con las chamuscadas faces de sus hermanos, pero lo afectó una última vez. Eligió un planeta habitable en cada esfera y plantó en ellos, mediante la panspermia, un Árbol Cabalístico del que, en fechas inefablemente predeterminadas, emergieron los Elioud: novedosos seres ódicos y provistos de Almas que habitaron los Universos e interactuaron con ellos durante una limitada esperanza de vida, mientras adoraban a sus Altonatos predecesores. Les ofreció la oportunidad de comer la fruta de su arbóreo origen, y las Almas de quienes la aceptaron se vieron indefensas ante los seres de Tikun, quienes las transfiguraron en Néfilim. Quienes la rechazaron fueron bendecidos con la Sacra Historia de la Rueda de las Edades mediante estas escrituras; y con el Don de la Magia a través de los Kochos hanefesh: los poderes y leyes con los que moldear Yesh y consumir Orgón, canalizados gracias a constelaciones consagradas como signos zodiacales. Y así acabó la Tercera Edad de la Era Noemática y comenzó el Eón Epigenético: la Época de los Mortales…
Abraxas planta el Árbol Cabalístico Etz Autozoon (Crédito: Kenomitian).







