30 de Uriel de 1790 —Una expedición, dirigida por el doctor Malik Al-Ziyad, informa del hallazgo de las primeras estructuras afloradas —imponentes pilares de obsidiana— en una depresión situada en lo más profundo de los desiertos de Rebis, lo que refuerza las afirmaciones de que Zauz, una metrópolis de la Era Pneumática que funcionó como embajada extradimensional permanente, yace bajo las arenas. El equipo de campo se apoya en instrumental tecno-mágico bajo un férreo control teocrático.
Un convoy de vehículos diéselpunk cruzó bajo el cielo carmesí de Yaldabaoth en dirección a uno de los desiertos más implacables de Kenoma. Su objetivo era una leyenda persistente: Zauz, la Ciudad de Obsidiana. La expedición fue autorizada por el Califato Uróboros y escoltada por policía militar encargada de hacer cumplir la ley arcana. La misión tiene un peso que va más allá de lo académico. Zauz, si se verifica su existencia, anclaría la historia kenomita a un periodo de vertiginoso ascenso que terminó en catástrofe. El final de la Era Pneumática —el Angelismo de Cthugha, Dios del Gobierno— marca un punto de inflexión en la escatología del Califato. Cualquier vestigio de esa era eleva las apuestas doctrinales, científicas y políticas.
A convoy of Caliphate diesel-punk transports crosses the desolate Rebis desert under the crimson daylight of Yaldabaoth. Escorts ensure compliance with arcane law (Credit: Kenomitian)
El doctor Al-Ziyad ejerce como mistagogo jefe de la Sección de Antigüedades y Arcanos de los Emiratos de Rebis. Su equipo combina practicantes altifanistas y luministas con técnicos corporativos de Barqan Enterprises, filial de Mendes International. Los primeros días apenas rindieron nada más que silencio. «El desierto está ruidoso de viento y vacío de intención», resumió una operadora. El equipo se apoyó en una Matriz Arcana mendiana (MAA), un instrumento de campo sintonizado con firmas de Logomancia y hechicería de tiempos profundos. Cuando los transportes alcanzaron una vaguada somera, el tono cambió. Esquirlas de vidrio negro fundido salpicaban la superficie. El aire se enfrió sin causa meteorológica. «Un armónico se superpuso a mis lecturas», explicó Al-Ziyad. «Luego, una malla».
Mystagogues and technicians from Barqan Enterprises utilize the Mendian Arcane Array to tune into deep-time spellwork signatures at the site’s shallow sink (Credit: Kenomitian)
Los registros del equipo describen firmas compatibles con trabajos de Magia y de fuerzas Altonatas. Los analistas señalaron restos fantasmales y anomalías temporales que se manifestaban en pulsos, no en jirones. «Ecos de trauma, no Espectros», apuntó un ingeniero de Barqan. «No apariciones, sino una post-imagen a escala urbana». Aquellas huellas formaban una trama que sugería una retícula energética planificada, no restos aleatorios. «Estamos viendo una ecología de conjuros urbana, que se autoalimenta mediante Voluntad aplicada», afirmó Al-Ziyad. «Apunta a ritos asistidos por máquina: trabajo gólemico, homúnculos u otros procesos delegados».
Al amanecer, la «auditoría de fantasmas» de la MAA arrojó una única anomalía de alta intensidad. El equipo la clasificó como un Tzalmavet —una entidad vinculada a la Senda de la Magia de un mago fallecido, que lanza hechizos de forma refleja cuando se producen perturbaciones—. La manifestación se presentó como una nube carmesí de números inestables y espinas de escritura que formaban y deshacían un rostro. Al-Ziyad intervino con licencia empleando un artefacto de Mendes: un recipiente negro mate grabado con el sigilo de Barqan y vinculado a la Nigromancia. «Se nos permitió un breve intercambio mediado», relató. «El contenido fue fragmentario y doloroso». La entidad denunció «el caos inherente a la existencia sapiente» y mostró una llanura golpeada por tres soles donde cada grano «era una gota congelada de sangre Arcóntica».
Dr. Al-Ziyad mediates a fragile exchange with the Tzalmavet—a logomantic entity appearing as a cloud of crimson numerals and script—using a Mendes artifact bound to Death Magic (Credit: Kenomitian)
Los observadores clericales sostuvieron que la visión vinculaba Zauz a los demiplanos extradimensionales de Ubar e Iram: la megalópolis de hierro en el corazón de un desierto dorado sin fin. «Los paralelismos con Iram de los Pilares son inevitables», afirmó un teólogo luminista. «Si Zauz fue su reflejo mortal, la doctrina tendrá que enfrentarse al espejo». Se exige un exorcismo antes de acometer excavaciones extensivas. «La persistencia de un Tzalmavet es un peligro para el personal y para la verdad», declaró el oficial al mando. «No vamos a construir un archivo sobre una aparición».
Hacia el mediodía, el equipo comenzó a abrir zanjas someras en los puntos señalados. A diez metros de profundidad, las hojas dieron contra piedra. Los trabajadores dejaron al descubierto un plano de obsidiana impecable, veteado de inclusiones que devoraban la luz. Luego apareció un borde, luego un ángulo demasiado perfecto para ser geológico. «No eran columnas», explicó Al-Ziyad. «Eran obeliscos. Muchos». El estilo es vertical y contenido. Varias superficies vibraban al contacto, cada una en una tonalidad distinta y doliente. Un topógrafo lo describió como «música atrapada en vidrio».
First contact with the city’s structure: excavation blades expose massive, flawless obsidian obelisks veined with light-drinking inclusions, hinting at architecture «too perfect for geology.» (Credit: Kenomitian)
Las estructuras rodean una cuenca colapsada. Los primeros mapas muestran un trazado concéntrico con radios. En el eje yacen los restos de un portal dimensional permanente hacia Ubar. La visión del Tzalmavet —un desierto bajo tres soles— y el portal arruinado apuntan a un contacto extradimensional sostenido. «Si Zauz existió de alguna forma», propuso Al-Ziyad, «esto era Zauz».
Initial mapping of the Zauz hub reveals a concentric layout centered around the shattered remains of a permanent dimensional portal to the extradimensional sub-realms of Ubar (Credit: Kenomitian)
Las voces críticas advierten contra los excesos. «La obsidiana abunda en los volcanes», señaló por relé un geólogo escéptico. «Vidrio no equivale a ciudad. Necesitamos inscripciones, no inferencias».
Antes del anochecer, el equipo subió los registros fotográficos y arcanos al archivo de Mendes. Los escaneos de alta resolución y los mapas de hechizos anotados entrarán en una cola de revisión por pares compartida con casas académicas y clericales. «Invitamos a la crítica», dijo Al-Ziyad. «Un argumento que sobrevive al calor se endurece».
Los observadores independientes insisten en la necesidad de una verificación por capas. El análisis material debe confirmar el origen de la obsidiana. Las marcas de herramientas, si las hay, deberán encajar con las técnicas de la época. El Tzalmavet complica el acceso. Los protocolos de exorcismo exigen preparación y contención. «Un buen destierro no deja triunfo», señaló el clérigo. «Deja una estancia despejada». Solo entonces podrán los archiveros buscar inscripciones, glifos de canalización de poder o sellos cívicos.
Los nómadas locales de las Cortes del Viento, narradores desde antiguo de la caída de Zauz, observan con cautela. «Respetamos su soberanía», declaró el comandante. «Nuestro permiso nos obliga a comerciar con justicia y a perturbar lo mínimo». Las historias orales se registrarán con consentimiento, se traducirán y se yuxtapondrán a las lecturas arcanas.
Zauz, si es real, es para los arqueólogos una oportunidad de reconciliar el texto con la piedra y el conjuro con la tierra. Al-Ziyad formula la lección sin rodeos. «Heredamos tanto el brillo como la fractura», dijo. «Nuestros instrumentos pueden oír a través de las eras, pero no pueden perdonar la puerta equivocada». Las notas del equipo vuelven una y otra vez a la humildad. Máquinas y magos cooperan. El orgullo sigue siendo individual.
Las luces del convoy parpadean contra el crepúsculo teñido de rojo. Los pilares, negros sobre negro, conservan su frialdad. «La ciudad quiso durar para siempre», comentó el ingeniero. «Durará tanto como duren las preguntas».
Los ministerios del Califato revisarán el archivo y fijarán las condiciones para excavaciones más profundas. Los exorcistas intentarán aquietar al Tzalmavet logomántico dentro de los límites de su licencia. Los socios corporativos blindarán el equipo para estancias prolongadas entre polvo corrosivo y frío intermitente. Si salen a la luz inscripciones, podrían fijar el nombre de la ciudad más allá de la leyenda. Si los glifos de distribución de poder coinciden con diagramas conocidos, los historiadores podrán rastrear un currículo de magia cívica. Si no aparece nada de ello, Zauz seguirá siendo una conjetura prudente: una geometría de obsidiana con una gramática aún invisible.
Por ahora, el informe de campo se mantiene: una retícula cuadriculada de Maná bajo tierra, un anillo de megaestructuras en la superficie y una puerta colapsada que intentó en otro tiempo cantar orden a través del caos. Que esa canción terminase en corrección o en error es un debate reservado a consejos muy lejos de la arena.







