13 de Cebrail de 1790 — A medida que el hambre industrial de biominerales raros se acelera por todo Kenoma, mineros y corporaciones recurren a los Arali y a los Gigantes como mena viviente, amenazando el equilibrio ecológico y la integridad espiritual. En el Abismo de Saklas, voces de la industria y de la conservación advierten de una crisis inminente.
Contexto
En el cosmos estratificado de Kenoma, toda sustancia está imbuida de consecuencias materiales y espirituales. La extracción de metales siempre ha entrañado riesgos, pero la práctica más reciente —cosechar singulares biominerales secretados por los Arali y explotar los cadáveres de los Gigantes, o Ylidheem, como materia prima para cuerpos celestes— ha suscitado preguntas profundas sobre sostenibilidad y sacralidad.
Joseph Lagusa, geólogo atlante, ayudó a esta investigación a penetrar en las redes, por lo común herméticas, de cazadores, mineros y alquimistas que sostienen este comercio. Su guía condujo hasta el Abismo de Saklas, donde el dominio de Atlántida permite la extracción a gran escala de recursos a partir de los cuerpos de los Arali y de los restos de los Gigantes.
Más Allá de las Palabras Escritas
Desarrollo de los hechos: Cosecha de los Arali
Los Arali son monstruosidades nacidas del vril y descendientes de linajes titánicos, moradores de muchos planos de Kenoma. No son fuentes inertes de mena, sino seres vivos y predatorios, cada uno de los cuales secreta metales de potencia asombrosa.
- Los Gnoph-keh segregan yliáster, un metal púrpura parecido al tungsteno, muy apreciado para talismanes que realzan el carisma.
- Los Bholes rinden lunargento, un metal azul semejante al osmio, valorado por amortiguar la hechicería.
- Los Shantaks exhalan mitril, una sustancia blanca parecida al litio que suprime el carisma y hechiza a los usuarios de aura.
- Los Gnorri queman vril en ondas, dejando hermio, un conductor anaranjado semejante al rodio.
- Los Urhags trituran el vril en cristales, produciendo siderita, un metal rosado que emite luz.
- Los Byakhee tallan oquedades en el vril, generando adamantita, una mena cian parecida al rutenio que devora el calor.
- Los Shoggoths licuan el vril para excretar casíterum, un material verde semejante al cromo que absorbe el sonido.
- Los Zoog’r magnetizan el vril y engendran oricalco, un metal amarillo, parecido al platino, que potencia los conjuros.
- Los Nug-Soth hacen pasar el vril a través del od, segregando brontio, un metal rojo semejante al iridio que bebe sangre.
- Los Gûghs encienden el vril en llamas, dejando ícor, un metal negro semejante al paladio que absorbe la luz.
- Los Gyaa-yothn, colosales e invisibles en Calígine, segregan en exclusiva batracita, un metal antigravitacional emparentado con el telurio, que se desvanece en una luz ajena fuera de su reino natal.
Cada uno de estos metales se vende a precios astronómicos. Los cazadores arriesgan la vida en cavernas abisales, vacíos sin aire o vorágines rugientes para cortar muestras de Arali aún convulsos.
Talith Dras, un minero con la cara surcada por una zarpada de Byakhee, habló sin rodeos:
«No excavamos roca: minamos pesadillas. Las corporaciones pagan fortunas, pero la mayoría no viviremos para gastarlas. Aun así, ¿cómo alimentas a la familia cuando el oricalco se vende más caro que el oro?»
El rostro de Talith Dras, marcado por el zarpazo de un Byakhee, atestigua los riesgos de “minar pesadillas” (Crédito: Kenomitian).
Mineros arriesgan la vida para cosechar biominerales de Demonios vivos; lo llaman “minar pesadillas” (Crédito: Kenomitian).
Los Gigantes y los Ylidheem
Si la cosecha de Arali es peligrosa, la explotación de los Gigantes no resulta menos inquietante. Los Gigantes son entes proteicos de ascendencia arcontiana, colosales y descerebrados, que vagan a la deriva por el Augoeides. Su “piel de roca” translúcida, huesos cristalinos y formas tentaculares de sombra se disuelven al contacto con Raqia, el firmamento cósmico, dejando tras de sí sus cadáveres: los Ylidheem.
A lo largo de eones, los Ylidheem se han aglutinado en planetas enanos, lunas, asteroides y cometas. Esos cadáveres de la creación forman el sustrato bruto de los cielos. Sin embargo, hoy la industria despoja sus restos en busca de ceraunia —hierro meteórico y “rocas lunares” codiciadas no solo por su metalurgia, sino por su singular capacidad para neutralizar los metales de los Arali.
Lagusa, el geólogo atlante, describió la paradoja:
«Es cierto que los Ylidheem ya son cadáveres. Pero al consumirlos, remodelamos el equilibrio del cosmos mismo. Estos huesos no son inertes: son anclajes. Si desmantelamos demasiados, corremos el riesgo de deshilvanar la trama de las esferas.»
Los cadáveres de la creación, los Ylidheem, son despojados de hierro meteórico y “rocas lunares”, planteando preguntas sobre el mismísimo tejido del cosmos (Crédito: Kenomitian).
Demanda del mercado y hambre industrial
El Abismo de Saklas se ha convertido en un centro neurálgico del comercio, con gremios atlantes coordinando cacerías y expediciones. Los registros del mercado revelan precios de vértigo:
- Oricalco: 700 000 ACAR por lingote.
- Adamantita: 400 000 ACAR.
- Yliáster: 350 000 ACAR.
- Ícor: 250 000 ACAR.
Los alquimistas sostienen que estos metales son insustituibles para la hechicería, la manipulación energética y la construcción de magitecnología. «Una aleación de lunargento que amortigüe conjuros puede decantar una guerra», admitió Cethra Anavo, maga-herrera thelémica.
Pero el hambre ha desatado polémica. Las cuotas de extracción se expanden cada año, y persisten rumores de milicias con respaldo corporativo que cazan Arali ilegalmente en dominios restringidos.
Un magi-herrero admite que “una aleación de lunargenta que amortigua hechizos puede cambiar el curso de una guerra” (Crédito: Kenomitian).
Advertencias animistas
No todo es lucro. Eruditos animistas y místicos ambientalistas advierten que la cosecha hace algo más que matar criaturas: enferma la propia tierra.
Yashir de la Comunión Verdinegra, erudito-sacerdote de teología animista, explicó:
«Los Arali no son meros monstruos: son funciones del vril. Si los extraes, si los desangras, distorsionas el ciclo ódico. La tierra se mustia, los ríos se secan, los sueños se agrian. La entropía ecológica no es metáfora aquí: el cosmos mismo cae en barbecho.»
De hecho, regiones del Abismo antaño pletóricas de resonancia de vril hoy yacen apagadas, despojadas de su lozanía. Los cazadores susurran sobre “paisajes fantasma”, donde hasta los ecos y las sombras han huido.
Dimensiones éticas y espirituales
La práctica ahonda más allá de la ecología. En la cosmología de Kenoma, la esencia de todo ser contribuye al equilibrio. Al tratar a los Arali como mercancía y a los Gigantes como mena, la sociedad podría estar profanando no solo la naturaleza, sino la arquitectura sagrada.
Lagusa arguyó que las políticas corporativas atlantes encuadran la extracción como “salvamento” y no como “destrucción”, pero la distinción suena hueca para los conservacionistas.
Una alquimista, que pidió anonimato, confesó:
«Hemos forjado armas de ícor que devoran la luz misma. Hemos revestido palacios con oricalco para magnificar conjuros. Pero a veces me pregunto: ¿estamos edificando civilización o estamos desmantelando la creación?»
“Hemos forjado armas con icor que devoran la luz misma… Pero a veces me pregunto: ¿estamos construyendo civilización o desmontando la creación?” (Crédito: Kenomitian).
Consecuencias y próximos pasos: Tensiones en ascenso
Los choques ya han estallado. En Saklas, los gremios mineros y manifestantes animistas se encararon ante el Salón de Cambios Atlante, donde se comerciaban lingotes de lunargento y mitril. La violencia se evitó por poco. En Cyránides, magistrados reformistas propusieron una moratoria a la caza de Arali, aduciendo degradación espiritual. Las corporaciones respondieron con amenazas de embargo.
Estallan choques en Saklas mientras los gremios mineros y los animistas protestan ante el Salón de Intercambio Atlante, donde se comercia con metales demoníacos (Crédito: Kenomitian).
Crisis espiritual
La extracción alimenta no solo la inquietud política, sino también la teológica. Si los Arali encarnan procesos del vril y los Gigantes anclan el Augoeides, su consumo no es mera recolección de recursos: es profanación. Los animistas advierten que cada lingote extraído deja una cicatriz que resuena tanto en Yesh como en Tohu.
Subtítulo de cierre: una elección entre prosperidad y preservación
Kenoma se halla ante una encrucijada. La riqueza que aporta la cosecha de Arali y Gigantes alimenta ciudades, corporaciones e incluso estados. Pero los costes —tierras yermas, entropía espiritual y la posible desestabilización de las esferas— resultan ya imposibles de ignorar.
Como concluyó Joseph Lagusa en su entrevista:
«Atlántida siempre ha creído que el cosmos existe para ser dominado. Pero quizá aquí haya una lección: hay tesoros que deben permanecer intocados —no porque sean inalcanzables, sino porque son indispensables.»
El destino de los Arali, de los Gigantes y de la propia integridad de los mundos de Kenoma puede depender de que la explotación ceda el sitio a la contención —o de que el hambre de metales arda más de lo que el cosmos pueda soportar.







