Harmozel, Critarquía Kyriana [1] – 24 de Sandalfón de 1790 – La ciudad de Harmozel, puerta de acceso a Chokhmah y bastión de la fe hasturiana, ha caído. En un asalto brutal antes del amanecer, el Califato Uróboros [2], impulsado por un fervor altifanista implacable, desbordó las defensas Clockpunk de la Critarquía Kyriana. No es una mera ganancia territorial; es la transformación de una ciudad en otro sangriento capítulo de la eterna danza desértica de conquista, reconquista, terrorismo y limpieza étnica que define esta tierra devastada.
El Oriente Turanio, una región marcada de forma perpetua por la guerra, ha vuelto a sufrir un seísmo en su brutal paisaje geopolítico. En el corazón de esta nueva conflagración se alza el Califato Uróboros, una potencia expansionista y ferozmente tradicionalista. Unificado bajo una doctrina altifanista única y reverenciando a Cthugha, el Soberano Supremo [3], el Califato —dirigido por el formidable califa Dânêl— encarna una doctrina de dominio sin concesiones. Su maquinaria militar Dieselpunk, infame por la política de “sin prisioneros” y la eliminación sistemática de minorías étnicas y religiosas en colonias extradimensionales como las Taifas de Arcandam, libra una guerra caliente implacable contra cualquiera que se interponga en su camino.
Hechicero de la Critarquía Kyriana, devoto practicante de la sabiduría hasturiana, emplea su magia ordenada para hacer frente a un devastador carro de combate dieselpunk del Califato Uróboros, símbolo del abismo ideológico en el corazón del conflicto (Crédito: Kenomitian).
En crudo contraste, la Critarquía Kyriana es una teocracia Clockpunk, con un gobierno en el que Judicatura y Sacerdocio se funden en uno. Su dictador absoluto, el Baraqiel, es elegido directamente por el Sabio Hastur, cuyos Emisarios de lo Inefable promueven la deificación de las ciudades y las sociedades utópicas. Este abismo ideológico —entre la búsqueda uróborica de una hegemonía altifanista unificada y la dedicación kyriana a estructuras urbanas sagradas y a la sabiduría de Hastur— ha alimentado una lucha secular, íntima y a menudo genocida por la supremacía territorial y espiritual. La caída de Harmozel, ciudad no solo de importancia estratégica sino de profundo peso metafísico como portal directo a Chokhmah, es el último —y quizá más estremecedor— acto de este ciclo sin fin.
Brutal asalto previo al alba contra la ciudad de Harmozel: los carros dieselpunk del Califato Uróboros avanzan bajo una luna rojo-sangre y chocan con las intrincadas defensas clockpunk de la Critarquía Kyriana (Crédito: Kenomitian).
La invasión estratégica del Califato Uróboros y la posterior captura de Harmozel marcan un giro brutal en el conflicto. No se trató de una simple escaramuza fronteriza, sino de una ofensiva meticulosamente planificada, ejecutada con la eficacia despiadada característica de las fuerzas del califa Dânêl. Al abrigo de la noche, máquinas de guerra Dieselpunk —con motores humeantes rugiendo— cruzaron la frontera kyriana. Avanzaron con una velocidad devastadora, arrasándolo todo a su paso y dejando un rastro de destrucción que habla del enfoque intransigente del Califato.
Más Allá de las Palabras Escritas
Las defensas Clockpunk de la Critarquía —autómatas movidos por engranajes y capacidades mágicas regladas— sucumbieron ante la pura potencia y el celo fanático de los invasores altifanistas. Pese a la devoción de las fuerzas kyrianas a Hastur y sus esfuerzos por salvaguardar su ciudad deificada, la política de “sin prisioneros” del Califato aseguró la rápida y brutal represión de cualquier resistencia remanente. El objetivo no era únicamente conquistar, sino aniquilar la oposición.
La importancia estratégica de Harmozel se extiende mucho más allá de su emplazamiento físico dentro de la Critarquía Kyriana. La ciudad albergaba un portal directo y activo a Chokhmah, un reino dentro de Tikun lindante con la barrera inexpugnable del Demiurgo: Da’at. Ese umbral, venerado durante siglos por la Critarquía Kyriana como núcleo de su fe hasturiana y de su visión de ciudades utópicas, ofrecía acceso al punto más cercano posible al inaccesible Demiurgo. Para el Califato Uróboros, apoderarse de ese portal es un acto de ambición profunda: el intento de controlar una vía hacia un monumento religioso extradimensional.
El etéreo portal a Chokhmah, sagrado umbral para la Critarquía Kyriana, yace ahora dentro de la ciudad capturada de Harmozel; su toma por el Califato Uróboros representa un profundo giro en el poder metafísico y el control espiritual (Crédito: Kenomitian).
El control de este portal altera de raíz las reclamaciones geopolíticas sobre el acceso al lugar más cercano al Demiurgo inaccesible. También tiene consecuencias inmediatas y profundas en la vasta red de peregrinaciones religiosas y estudios ocultistas en todo Kenoma. Eruditos altifanistas y fanáticos del Califato buscarán sin duda explotar este acceso recién adquirido, con el potencial de desbaratar rutas y prácticas milenarias. Para la Critarquía Kyriana y otras confesiones, esto representa una apropiación blasfema, una amenaza a sus cimientos espirituales que ahonda el carácter existencial del conflicto.
Tras el asalto, los testimonios de refugiados en fuga dibujan un panorama sombrío de limpieza étnica y religiosa sistemática. La vieja política del Califato —“disponer” de las minorías en sus colonias extradimensionales— se ha aplicado ahora con brutalidad en Harmozel. Los supervivientes hablan de desplazamientos masivos, destrucción de lugares sagrados hasturianos y conversión forzosa o eliminación de cuantos no se alinean con los preceptos altifanistas. La conquista no trata solo de territorio: pretende remodelar el tejido demográfico y espiritual del Oriente Turanio, imponiendo una ideología única mediante el terror y la migración forzada.
Refugiados huyen del brutal conflicto; su travesía está marcada por la sistemática limpieza étnica y el desplazamiento forzoso de poblaciones perpetrados por el Califato Uróboros, que deja tras de sí una estela de destrucción (Crédito: Kenomitian).
En medio del caos, la Sociedad Malebranche de Arcanistas (SMA), organización reconocida en todo Kenoma por su neutralidad interplanar y su compromiso con la preservación del conocimiento vital, logró extraer a individuos clave, incluida la renombrada erudita kyriana Arcanista Herut Shafir. Su intervención subraya el reconocimiento kenomita del significado singular de Harmozel y la inquietud universal entre los eruditos ante la posible pérdida de saber metafísico tras la ocupación del Califato. Shafir, ahora a resguardo en paradero desconocido, intenta —según se informa— compilar lo que resta del corpus arcano kyriano relativo al portal de Chokhmah.
Un grupo de eruditos y místicos, encabezados por la renombrada arcanista Herut Shafir, huye a través de un paisaje yermo y arrasado por la guerra, llevando consigo lo que queda del saber arcano kyriano (Crédito: Kenomitian).
Consecuencias inmediatas
La caída de Harmozel supone una victoria significativa —aunque brutal— para el Califato Uróboros, que consolida sus ambiciones expansionistas y exhibe la eficacia despiadada de su maquinaria militar Dieselpunk. Es probable que el poder del califa Dânêl se afiance, mientras las poblaciones altifanistas celebran una ganancia a la vez simbólica y estratégica. Pero el triunfo tiene un precio severo: profundiza el ciclo de odio y venganza que alimenta la eterna danza del desierto de Kenoma. La política de “sin prisioneros” y la limpieza étnica en Harmozel galvanizarán sin duda más resistencia, no solo desde la Critarquía Kyriana, sino también desde otras naciones que temen destinos similares.
El formidable califa Dânêl, Señor Supremo del Califato Uróboros, posa en medio de su alto mando con un aire triunfal, demostrando la implacabilidad y el poder de su máquina militar dieselpunk (Crédito: Kenomitian).
El equilibrio geopolítico del Oriente Turanio de Sige ha basculado de un modo que enviará ondas de choque por los círculos arcanos y religiosos de todo Kenoma. Las peregrinaciones religiosas a la región cesarán o serán desviadas bajo coacción, y los ocultistas buscarán alianzas peligrosas con el Califato o se sumergirán aún más en la clandestinidad para proseguir sus estudios. La caída de Harmozel no es un final, sino un violento punto y seguido en un conflicto que sigue definiendo la propia existencia de las naciones en este paisaje implacable. Garantiza que la brutal danza de conquista, reconquista, terrorismo y limpieza étnica seguirá su ritmo sangriento, pertinaz, durante generaciones.
Notas extraídas del Compendio Kenomita
[1] Critarquía Kyriana: teocracia Divina y Clock Punk, en la que el poder judicial y el sacerdocio se hallan bajo el yugo de un dictador: el Barakiel (quien es elegido por la Deidad estadísticamente dominante del momento).
Una instantánea de la Critarquía Kyriana (Credit: Kenomitian). Leer más
[2] Califato Uróboros: teocracia Diesel Punk y extremadamente tradicionalista; en la que un millar de tribus, linajes y civilizaciones se someten a las llamas del ángel Dânêl: Califa, Shahanshah, Padishah y Sultán de Sultanes. Está dividido en siete regiones: el Sultanato de Nigredo, los Jequenatos de Albedo, el Malikato de Citrinitas, el Shahnato de Rubedo, los Emiratos de Rebis, las Taifas de Arcandam (colonias extradimensionales), y el Buraqato de Ishraq (colonias extra-planetarias).
Una instantánea del Califato Uróboros (Crédito: Kenomitian). Leer más.
Cthugha (Crédito: Kenomitian)
[3] Cthugha: Dios del Gobierno —Soberano Supremo, Unidad, Voz del Colectivo— aparece como un raptor mecánico dorado con diez alas y seis soles por cabeza. Impetuoso y rígido, exige pureza y honestidad, encarnando la castidad, la templanza, la caridad, la diligencia, la paciencia, la bondad, la humildad, la sobriedad, la fe y la guerra santa. Sus ángeles, los Serafines —columnas de fuego con alas mecánicas doradas—, pueden títeres de Elioud voluntarios con su resplandor; habita en el Jardín de las Delicias Infinitas de los Tronos Colgantes, una ecumenópolis dorada de tamaño planetario que flota sobre latón fundido bajo seis soles. Desde su fortaleza aviaria vinculada a Alkahest, Enthymēsis, Beulah, Tohu y el resto de Tikun, otorga alas, llamaradas solares, auras, trances, votos, artefactos sagrados y halos crecientes que purgan venenos/contaminantes/“pecadores” y restauran la cordura.
