El nacimiento de un universo: desentrañando la cosmogonía de Kenoma
Bienvenido al Universo Kenomita, un escenario cautivador donde colisionan la ciencia ficción, la fantasía oscura y la fantasía urbana. Esta vasta narrativa, firmada por H. A. Matos, invita a los lectores a un mundo donde prosperan especies bestiales y sapientes, la tecnología avanzada se entrelaza con la magia negra y poderosas entidades conocidas como los Altonatos —Semidioses, Titanes, Deidades y Diablos— tratan la realidad como su “patio de recreo”. En los orígenes de esta saga se encuentra «Universo Kenomita, Volumen I: Cosmogonía Kenomita», un texto fundacional que detalla con rigor el mito de la creación de Kenoma y las fuerzas cósmicas que dan forma a su existencia. Este volumen, descrito como un Mito de la Creación, revela los orígenes de los Augoeides, las cuatro capas de la realidad y presenta las fuerzas Pleromáticas, Arcónticas, Titánicas y Divinas en juego. Es un relato de nacimiento cósmico, evolución, conflicto y, en último término, el amanecer de la vida mortal.
La chispa primordial: Ayin y los Pléromas
Al principio estaba Ayin, el Huevo Cósmico, el “Origen de Todo”, una mónada y “Símbolo Primordial del Vacío”. Dentro de este huevo se retorcían los Nueve Pléromas, conocidos colectivamente como los Shi’ur Qomah, los cuales constituyen los bloques fundamentales y las fuerzas de la realidad: el Artificio del Tiempo, la Canción del Espacio, el Azote de la Gravedad, el Vehículo de la Energía, el Dominio de la Materia, la Emanación de la Luz, el Primogenitor de la Oscuridad, la Llama Ódica y el Demiurgo Etérico.
La historia comienza propiamente cuando el Demiurgo Etérico, más tarde conocido como Abraxas (una entidad hermafrodita), alcanzó la conciencia. Ese acto de autodefinición hizo que Ayin “eclosionara”, marcando el inicio de la Primera Edad. A medida que el Demiurgo se descubría a sí mismo, alcanzó “el ápice del autoconocimiento”: el Alma. Después observó y nombró a los pléromas infantes, moldeándolos mediante la Nomenclatura, un acto que imponía su Verdadera Voluntad sobre la realidad. Sus cuerpos interconectados formaron Yesh, el Universo, rodeado por el Muro de Raqia (las cáscaras de Ayin). Y, de forma crucial, en el vacío creado por la singularidad del Demiurgo nació Shâchath, el Campeón de la Entropía, colmado de “intento inicuo hacia todo”.
Ayin, the Cismic Egg (Crédito: Kenomitian)
La progenie de la sabiduría: los Arcontes
Impulsado por el hambre de novedad y por una conciencia del futuro, el Demiurgo creó su primera progenie. Vertió Éter en el “fluido amniótico” de Ayin y lo mezcló con el Prósopon de los Shi’ur Qomah (la esencia de los Pléromas) para forjar a los Arcontes. Estas cuatro entidades —Atziluth (Arconte de la Providencia), Beri’ah (Arconte del Caos), Yetzirah (Arconte del Orden) y Asiyah (Arconte del Destino)— pasaron a conocerse colectivamente como los Olamot.
Al principio surgieron rivalidades entre ellos por sus visiones contrapuestas del universo: Yetzirah defendía un ultramecanismo de fenómenos regulares, mientras que Beri’ah abogaba por el azar puro. Finalmente, Atziluth medió un compromiso y juntos redactaron leyes universales. Por su parte, Asiyah vinculó el Caos y el Orden mediante un concepto hasta entonces desconocido: la procreación.
Merkavah (Pléroma): Vehículo de la Energía (Crédito: Kenomitian).
Atziluth: Arconte de la Providencia (Crédito: Kenomitian).
Los Grandes Poderes: Titanes, Deidades y Diablos
De la “santa unión” de los Arcontes surgieron los Titanes. Estas diez entidades, conocidas como los Asuras, encarnaban conceptos primarios como el Poder (Ubbo-Sathla), la Locura (Yog-Sothoth), el Deseo (Shub-Niggurath), el Hambre (Abhoth), la Melancolía (Yhoundeh), la Concupiscencia (Nyarlathotep), las Sensaciones (Xexanoth), la Violencia (Ghroth), la Mortandad (Cxaxukluth) y los Yermos (Azathoth). Su hambre de sabiduría los llevó a lares exóticos más allá de Raqia, donde escucharon los “callosos susurros” de Shâchath, aprendiendo los secretos del Orgón y el arte de forjar Avatares —extensiones de sí mismos cuyo sufrimiento consumían.
Abhoth: Titán del Hambre (Crédito: Kenomitian).
Los Titanes engendraron luego a las Deidades. Estas diez entidades, llamadas los Devas, representaban conceptos más sofisticados como el Gobierno (Cthugha), la Erudición (Hastur), el Amor (Byatis), la Domesticidad (Ghatanothoa), el Ascetismo (Tsathoggua), el Comercio (Atlach-Nacha), la Vida (Yig), la Guerra (Ithaqua), la Muerte (Quachil Uttaus) y la Naturaleza (Bokrug). Los Devas atesoraban los misterios de Shâchath y buscaron despertar a Yesh concediendo Almas y Verdadera Voluntad a los pléromas. Aunque los Titanes (Asuras) en general estuvieron de acuerdo, quisieron mantener el cosmos encadenado como un pozo inagotable de pesar. Este desacuerdo escaló hasta la Mashchit, una “guerra absoluta” que dejó cicatrices en el universo.
Cthugha: Dios del Gobierno (Crédito: Kenomitian).
Durante ese conflicto, el “temible Campeón” (Shâchath) atacó Yesh en el cataclismo conocido como la Shevirat HaKelim. Abraxas terminó por desterrar al Campeón, desgarrándolo en diez Diablos: Hipnótica Zagania, Hueco Abadón, Despiadada Belial, Sombría Astaroth, Bilioso Belcebú, Gélido Mefistófeles, Ciega Ashmodai, Mortífera Azazel, Profundo Belfegor y Vil Moloch.
La Shevirat HaKelim quebró Yesh, alteró los Pléromas y dividió el universo en incontables esferas flotando en el vacío radiactivo de Caligine. De su ruina se tallaron dos nuevos universos: Tohu y Tikun. Los Titanes y las Deidades perdieron su poder para modelar el cosmos, los Olamot perecieron, y las leyes universales fueron reescritas, poniendo todo en el sendero de la Dumah, el Eterno Silencio.
Astaroth: Diabla de la Depredación (Crédito: Kenomitian).
La época de los mortales: los Elioud y la Magia
Afligido por la devastación, Abraxas se retiró de Yesh, pero realizó un último acto profundo. Eligió planetas habitables de cada esfera y plantó Árboles Cabalísticos, de los cuales emergerían los Elioud: nuevos seres ódicos, dotados de Alma y de vida limitada, destinados a habitar el Universo y a venerar a sus predecesores Altonatos. A los Elioud se les otorgó una elección: comer del fruto de su origen arbóreo y abrir sus Almas a Tikun, convirtiéndose en los primeros Néfilim; o rehusar y ser bendecidos con la Sacra Historia de la Rueda de las Edades (esta misma escritura) y con el Don de la Magia mediante los Kochos hanefesh —las potestades y leyes con las que dar forma a Yesh y alimentarse de Orgón. Este momento crucial marcó el final de la Tercera Edad de la Era Noemática y el inicio del Eón Epigenético: la Época de los Mortales.
Así, «Cosmogonía Kenomita» sienta las bases de un universo rico y complejo, explicando no solo los orígenes de la realidad, sino también las intricadas relaciones entre sus entidades cósmicas y las fuerzas fundamentales que gobiernan la existencia.
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