20 de Sandalfón de 1790 — En una era gobernada por la magia globalizada y la industria colosal, YEQON —una megacorporación atompunk de ambición sin límites— ha sacudido el mundo de los coleccionistas. Al comerciar directamente con los planos extra-dimensionales de Tikun, inunda ahora el mercado kenomita con artefactos de belleza alienígena y terrible atractivo.
Pequeña colección de artefactos feéricos procedentes de Tikun, expuesta en una galería kenomita (Crédito: Kenomitian)
YEQON, con sede en el Reino de Albión, ha sido sinónimo de industria pesada, petróleo, aeroespacial y energía. Sin embargo, bajo su exterior de hierro late una veta dorada de arte. A través de su filial, el Grupo Nachzehrer, la corporación canaliza un flujo incesante de artefactos feéricos procedentes de Tikun —una dimensión de otro mundo cuyas culturas desafían la lógica de Yesh. Hoy, las Hadas ofrecen una mezcla embriagadora de refinamiento y extrañeza que está reconfigurando la imaginación del coleccionista moderno.
Las operaciones comerciales de YEQON dentro de Tikun no son simples prodigios logísticos; son actos de conquista interdimensional. El alcance de la corporación se extiende desde los Oneiroi —célebres por su arquitectura viva y sus esculturas sintientes— hasta la reluciente plutocracia de El Dorado, donde las oras feéricas confeccionan lujos que desdibujan la línea entre vida y objeto.
Las estructuras vivas y biomecánicas de Oneiroi, un reino conquistado por YEQON (Crédito: Kenomitian)
Los ejecutivos destinados en los altos dominios de Tikun actúan a la vez como diplomáticos y saqueadores. Unos negocian contratos artísticos; otros simplemente toman aquello que deslumbra el ojo del consejo de administración. El resultado son tesoros inéditos desde los primeros siglos coloniales: artefactos imbuidos de Mana vivo, esencias de Prósopon y susurros de teologías ajenas.
Entre las piezas más codiciadas destacan los artefactos evanescentes de Agartha, un demiplano toroidal donde las Hadas no extraen metales, sino ideas. Allí, los artesanos manussiha forjan obras que encarnan conceptos —esculturas de lo perecedero, cálices de un color desaparecido. En Golachab, los agentes de YEQON se aventuran por las torres hexagonales de Babel, donde los archiveros carcolh venden reliquias cifradas de correspondencia cósmica. Cada rollo o reliquia porta un secreto: una moneda de cambio en los mercados tanto ocultos como financieros.
Artesano manussiha en Agartha forjando un artefacto evanescente, encarnando conceptos de transitoriedad (Crédito: Kenomitian)
El credo atompunk de la compañía —orden antiguo fundido con maquinaria radiante— halla su eco en estas adquisiciones. El Grupo Nachzehrer transforma las artesanías feéricas en productos comerciales: textiles encantados, autómatas entronizados con familiares, esculturas de geometría metamórfica. Los artesanos feéricos trabajan bajo duras jerarquías, y sus creaciones se clasifican como propiedad corporativa. Igual que los artesanos coloniales de otras épocas, son ensalzados en catálogos pero silenciados en persona. Aun así, la belleza de sus obras —forjadas con metales bióticos y tendones mágicos— es innegable.
Archivero carcolh dentro de las torres hexagonales de Babel de Golachab, custodiando reliquias cósmicas cifradas (Crédito: Kenomitian)
Para el coleccionista, cada objeto ofrece una doble seducción: la perfección alienígena de su factura y el eco de explotación que lo alumbró. La estética feérica equilibra la admiración con la inquietud. El marketing de YEQON se alimenta de esta tensión. Los catálogos relucientes describen “relicarios bioluminiscentes de Gaia” y “fetiches plutocráticos de El Dorado”, mientras los inversores susurran acerca de patronos Altonatos —Azazel, la Diablesa de la Polución, y Nyarlathotep, el Titán de la Concupiscencia— que bendicen estas empresas.
Autómata atompunk del Grupo Nachzehrer, que consagra a un familiar feérico atrapado (Crédito: Kenomitian)
Las amplias afiliaciones religiosas de la corporación aseguran su dominio sobre múltiples economías sobrenaturales. En los mercados de la Iglesia Vitalista, los artefactos de fe regenerativa alcanzan fortunas; en los círculos kaeeristas, las reliquias de carne procedentes del distrito agrícola de Gaia en Tikun tienen rango de veneración. Allí, los silenoi feéricos fusionan arte y biología en una elegancia grotesca —esculturas vivas que respiran y sangran. Los comerciantes de YEQON los llaman bioiconos, destinados a adornar los áticos de la élite de Albión.
Hada sileno con un bioicono vivo, una creación grotesca pero elegante procedente de los distritos biológicos de Gaia (Crédito: Kenomita) Kenomitian)
El renacer del sueño del coleccionista
El sistema de corpo-créditos (YCC) de la compañía ancla hoy el comercio interdimensional. Mediante alianzas con el Paraíso Corporativo Thelémico y el Tratado de Colonización Espacial de Hahasiah, YEQON mantiene monopolios tanto en bienes físicos como metafísicos. Cada compra de un artefacto de Tikun —ya sea un cristal codificado de Babel o un engranaje dorado de El Dorado— representa no solo propiedad, sino participación en el dominio corporativo sobre lo arcano.
La fascinación vela la dominación. Los nuevos gabinetes de curiosidades brillan con ambigüedad moral: belleza extraída por jerarquía, espiritualidad refinada como mercancía. Aun así, para quienes ansían lo verdaderamente único, YEQON entrega lo imposible. El triunfo de la compañía es doble —económico y simbólico. No ha conquistado solo un mercado, sino la idea misma de rareza. Así cumple el titán atompunk su credo: convertir cada misterio en mercancía, cada mito en un activo, y cada obra maestra feérica en el próximo trofeo de la era moderna.







