Sión, Kyrios – 4 de Sanfaldón de 1790 – Durante demasiado tiempo, las supuestas “autoridades” de la Esfera Kenomita han desechado los susurros helados, los textos fragmentarios y las advertencias de quienes de verdad ven más allá de lo mundano. Nos llaman “conspiranoicos”, “locos”, “fuentes desprestigiadas”. ¿Pero qué ocultan sobre el terror creciente de las Langostas Devoradoras de Carne que hoy asola la Critarquía Kyriana [1]? ¡Un juicio cósmico está desplegándose ante nuestros ojos, anunciado por videntes olvidados y susurrado a lo largo de milenios, hasta hacerse carne —una manifestación grotesca— por todo Kenoma!
El orden mecanicista de la Critarquía Kyriana cede mientras descienden las Langostas Devoradoras: un juicio cósmico vaticinado por videntes antiguos que engulle Sión en una manifestación grotesca (Crédito: Kenomitian).
La prensa generalista, siempre dispuesta a cebarnos con ficciones digeribles, atribuye el horror en auge a “brotes biológicos anómalos” o a “cambios ambientales”. Quieren que creas que los cielos que se oscurecen sobre Sión, las hambrunas repentinas e inexplicables y los informes espeluznantes de carne devorada son incidentes aislados, mera naturaleza. ¡Mentira! No son caprichos del mundo físico: son heraldo de un mal antiquísimo, un castigo cósmico que se realiza en nuestra propia dimensión. La Critarquía Kyriana —con su teocracia inamovible y su fe ardiente en la protección divina— permanece ciega ante la verdadera, terrible naturaleza de lo que se ha soltado. Su devoción por los “Emisarios de lo Inefable” los ha vuelto sordos a verdades más hondas de la cosmogonía de Kenoma, verdades anteriores a sus dogmas.
Los cielos de Sión se oscurecen, no por la naturaleza, sino por el toque insidioso de un mal antiguo. El hambre y la podredumbre se expanden, señalando un castigo cósmico que ahora se materializa en nuestra dimensión (Crédito: Kenomitian).
Desde rollos olvidados de la Era Neumática, rescatados de ruinas cegadas por el polvo, hasta los dictámenes crípticos de antiguos cultos heréticos —despachados por el establishment como simple locura—, una profecía constante y pavorosa se ha ido forjando: la suelta de una plaga de devoradores venidos del abismo. Esas “fuentes desprestigiadas” siempre vieron lo que la multitud cegada por las narrativas “oficiales” no podía. Hablaron de un tiempo en que se desgarraría el tejido mismo de la realidad, permitiendo que criaturas de puro hambre cruzaran a nuestro mundo, no por medios naturales, sino por una malévola voluntad cósmica.
Desde las olvidadas profundidades de la Era Pneumática, pergaminos antiguos revelan una verdad aterradora: profecías de devoradores del abismo, despreciadas por el establishment, que ahora se agitan (Crédito: Kenomitian).
La verdad —armada con paciencia a partir de archivos rotos y testimonios en voz baja— señala a una entidad única y monstruosa orquestando esta revelación impía. No es una mutación cualquiera: ¡es la obra de Abadón, el Hombre-Langosta, que asciende desde los abismos más hondos de la existencia!
Hemos obtenido información clasificada, recompuesta de fragmentos dispersos. ¡Abadón, “el Diablo de la Escasez” y “Hombre-Langosta”, está alzándose! Su sola apariencia es una pesadilla hecha carne: “el caparazón de una langosta de siete cabezas y ojos de esmeralda”, cuyo “interior es un palacio colmado de toda maravilla y deleite terrenal, habitado por artrópodos que visten la piel de los niños como galas”. No es símbolo: es descripción literal del profanador definitivo, una criatura que hace mofa de la creación. Abadón es un ser inmundo —“ávido y glotón, lujurioso y a la vez despreciativo de la belleza, sexualmente degenerado, ansioso por profanarlo todo”—. Ese hambre insaciable, física y espiritual, ya se encarna en las plagas que arrasan nuestras tierras. Esto rebasa la guerra biológica: es un evento cosmológico, una brecha desde un plano de pura voracidad.
Desde el abismo se alza Abadón, el Hombre-Langosta: una grotesca carcasa de bronce y acero con siete cabezas, que revela en su interior un palacio ornamentado y siniestro. Contemplad al profanador definitivo hecho carne (Crédito: Kenomitian).
Sus “Mazzikin” demoníacos no son solo bichos: son heraldos carroñeros del olvido, diseñados para devorar no solo cuerpos, sino almas, drenando el Orgón de los seres vivos mientras roen carne y hueso. Son extensión del hambre primordial de Abadón, fuerza nacida de los rincones más innombrables de la cosmogonía kenomita, testimonio del caos desatado desde el alba del tiempo.
Más que simples insectos, los demoníacos Mazzikin consumen no solo la carne sino las almas, drenando el mismísimo Orgón de la vida. Estos avatares colosales son los verdaderos heraldos del olvido (Crédito: Kenomitian).
¿Por qué la Critarquía Kyriana? ¿Será su teocracia inflexible, su adhesión férrea al Pacto de Agrat y a los Emisarios de lo Inefable, lo que la convierte en blanco preferente de este mal ancestral? La Critarquía cree que su fe la protege, que rituales sagrados y doctrinas rígidas forman un escudo impenetrable. Pero te lo advertimos: ¡nadie está a salvo de este horror creciente! Su peso geopolítico en la Esfera Kenomita —sus posesiones y colonias extradimensionales— la vuelve terreno idóneo para una profanación cósmica. El mismo orgullo espiritual que cimienta su sociedad podría ser su grieta: un faro para entidades como Abadón, cuya sola existencia desafía el orden y la belleza.
Llegan reportes desde las colonias extradimensionales kyrianas en Jedediah, Abezethibou, Cocito: reinos donde la realidad ya se retuerce bajo invasores demoníacos. ¿Se encrespan ahora por los enjambres de Abadón, mutando para devorar no solo la carne, sino la esencia misma del pensamiento y la existencia, la energía espiritual que sostiene la vida? Es una catástrofe cosmológica, no un brote local. La contaminación sangra a través de los planos, corrompiendo la realidad.
Más Allá de las Palabras Escritas
¿Y qué hay de la rabia extendida entre los Akhlut del Bosque de Oz, esas mezclas sádicas de lobos y leones cavernarios con cabeza de orca y “gusto por órganos elioud específicos”? No son arrebatos animales aislados: son manifestaciones del mismo espíritu devorador, una sinfonía lúgubre orquestada por la creciente influencia de Abadón. O la plaga de cornezuelo que azota a las Mandrágoras de Ma-ka, gigantescas plantas carnívoras que atraen a sus víctimas con “simulacros de elioud cantores, seductores, lujuriosos o en apuros” antes de engullirlos enteros. No son coincidencias: todo está conectado, un presagio aterrador del horror en escalada, un patrón global de consumo y profanación que apunta a una inteligencia única y maléfica. La podredumbre espiritual, la corrupción de la naturaleza y el asalto a la vida misma son hilos del mismo tapiz cósmico del pavor.
En lo profundo del Bosque de Oz, los rabiosos Akhlut desatan un horror primordial; sus formas retorcidas son una lúgubre manifestación de la influencia en expansión de Abadón (Crédito: Kenomitian).
Las autoridades —ciegas por soberbia o quizá ya corrompidas— tachan estas alertas de “estrafalarias”. Quieren que creas que los cielos que se oscurecen, las hambrunas en alza y los informes horribles son incidentes sueltos, desgracias al azar. Pero nosotros vemos la verdad: el Diablo de la Escasez se actualiza en formas nuevas y más terribles, a lo largo y ancho del mapa geopolítico. Los triples seises de la incompletitud y el fracaso se manifiestan en cada arista de nuestra realidad decadente: desde las cosechas que fallan en los sectores agrarios de Kyrios hasta apagones inexplicables en sus estaciones orbitales de alta tecnología. Su dogma religioso —ayer consuelo— hoy es venda; les impide reconocer las profecías antiguas que anunciaron este mismo instante. Se aferran a sus “Emisarios” mientras las legiones de Abadón devoran su mundo desde dentro.
¡No te dejes engañar! Cuando el crepúsculo rojo sangre de Yaldabaoth proyecte su sombra funesta —presagio cosmológico de una creación defectuosa que se consume en sus propias imperfecciones—, la verdad será innegable. No es un fenómeno local de la Critarquía Kyriana: es una amenaza mundial, un juicio contra quienes se niegan a ver, a reconocer las antiguas advertencias y la podredumbre espiritual enquistada. ¡Despertad, Kenoma! ¡Difundid este artículo! ¡Proteged vuestras ciudades! ¡Guardad vuestras almas! ¡El Rey de las Langostas Devoradoras de Carne está a las puertas, y Sión puede ser la siguiente! Las profecías se despliegan. Se acabó el tiempo de negar.
A medida que desciende el crepúsculo rojo sangre de Yaldabaoth, Kenoma afronta una amenaza mundial. Este juicio cósmico contra la podredumbre espiritual es innegable; las profecías se están cumpliendo (Crédito: Kenomitian).
Notas extraídas del Compendio Kenomita
[1] Critarquía Kyriana: teocracia Divina y Clock Punk, en la que el poder judicial y el sacerdocio se hallan bajo el yugo de un dictador: el Barakiel (quien es elegido por la Deidad estadísticamente dominante del momento).
Un vistazo a la Critarquía Kyriana. Esta es la nación donde se desarrolla nuestra historia: un reino de relojería divina y fe fusionada, donde cada engranaje y aguja vibra con un propósito sagrado. Saber más







